Superamos la prueba del precio de la entrada, bien; la prueba de las musiquitas de móviles encendidos, sea; el incordio de las luces deslumbrantes de fotos y grabaciones con el teléfono, por qué no; y la molesta vulgaridad de algunos asistentes en sus comentarios y en su vivir, la prueba más difícil de superar en medio de aquel despliegue de belleza; y logramos envolvernos en el clamoroso retumbar de milenarios tambores japoneses. Aquellos ancestros se comieron a los nuestros y anoche eclipsaron el eclipse. La civilización más guapa del mundo. ¡Shôôôô!

2 comentarios:
Ya me gustaría a mí verlos pero hasta ahora no he tenido suerte, una pena por lo que te leo.
Es lo que me encanta de tí. Eres una disfrutadora nata.
Publicar un comentario